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jueves, 13 de octubre de 2016

Dylan, Nobel de literatura: poesía, compromiso y modernidad

Quienes hace tiempo venimos argumentando que los textos de la modernidad han cambiado para adaptarse a los nuevos tiempos, no podemos más que congratularnos de que Bod Dylan, aquel ya legendario poeta norteamericano que se atrevía a cantar, haya sido galardonado con el premio Nobel de Literatura 2016 por "haber creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición musical americana".
Menos afortunado y menos moderno también fue el jurado del premio Príncipe de Asturias de las Artes, cuando en 2007 lo galardonó con ese premio y no con el de las Letras, como sí hizo cuatro años más tarde con Leonard Cohen, otro grande de la canción y la poesía.




Ahora, mientras en algunos círculos muy conservadores se debate entre si la decisión de la Academia Sueca es acertada o no,  como casi siempre pasa con este premio; pero también de si lo que hace Dylan es o no literatura; uno, que viene reclamando allá donde puede que los textos de la modernidad son los propios de un tiempo que no se puede entender sin la fusión de la palabra con otro sinfín de códigos que no solo la refuerzan, sino que la potencian  y le añaden sentidos y significados más amplios, solo puede estar alegre y satisfecho. Todos los que persistimos en este empeño no podemos estar equivocados.
Debe ser uno muy burro o estar muy obcecado y con un concepto muy trasnochado de lo que es Literatura, para haber olvidado que muchos de los primeros textos literarios tenían en la voz de sus intérpretes su principal medio de difusión y de consolidación. Y si no recuérdese la lírica tradicional española o europea, o la trovadoresca, o... etcétera etcétera, que no solo han sido fuentes de inspiración de toda la poesía clásica y popular, sino que además son también poesía por sí mismas.
Bienvenido este reconocimiento a Dylan, contribuya o no a hacernos entender que los textos de la modernidad no pueden anclarse tan solo en las tímidas siluetas de la tipografía de unas letras ordenadas bellamente sobre un papel y ahora en una pantalla. Sirva también este premio para reconocer igualmente el sesgo literario de tantos y tantos cantores de letras propias, a los que mucho debemos quienes gustamos de la poesía.


lunes, 14 de diciembre de 2015

La literatura y las otras artes


Si las bombillas ya casi no son aquellas que inventara Edison, si la televisión ha dejado de ser aquel cajón que ocupaba tan ancho como largo nuestro salón, si el matrimonio ha dejado de ser la unión de un hombre y de una mujer, si los cines han pasado de ser de barrio para confundirse entre las cajeras de los supermercados, si las metáforas  han dejado de ser exclusivas de la literatura para coquetear con la publicidad, si los molinos de viento ya no muelen trigo… Si ni siquiera la lengua que utilizamos es aquella con la que escribió Miguel de Cervantes su don Quijote… Quizás se le parezca, pero ha cambiado,  han cambiado muchas palabras, es la ley de las lenguas; y demasiadas cosas, es la ley de la vida. Seguramente habrá  sido para bien,  eso nadie lo sabe. 
Y de la misma manera que todo fue renovándose cambiaron el contexto,  los personajes, los intérpretes y hasta el modo de narrar. Hoy no se cuenta como ayer. Y seguramente que hoy no referimos las cosas como lo haremos mañana. Preocupados en positivo por esos vaivenes que nos llevan y nos traen hemos querido rememorar que en esto de contar historias, de delimitar sentimientos, de traducir en diferenes soportes la vida, la literatura nunca estuvo sola. Y ahora quizás menos, porque todo, de una manera u otra, se ha ido fundiendo o confundiendo, uniendo o mezclando en una amalgama con todos los modos de crear.
Por eso, y porque éramos conscientes de que cada vez esto de contar y de sentir es cada vez más cosa de muchos que de soledades intransferibles, nacieron estas jornadas que intentan el maridaje de disciplinas y de artes que seguramente siempre caminaron juntas, aunque ahora más que nunca, se han desnudado de atuendos y camisas para hacer más visibles sus connivencias, sus charlas de alcoba, sus noches de gozo y de desvelo; haciendo palpable que todos los que andaban  por los mismos caminos terminaban alguna vez en la misma encrucijada, que todos los que habitaban esas ciudades fantásticas de la elucubración y de la imaginación, terminaban más de una jornada en la misma habitación, aquella que mantenía abiertas las ventanas al sueño perpetuo de comunicar.
De esos pensamientos y de estas ideas nació el atrevimiento de fundir en el Seminario de la Fundación Caballero Bonald la filosofía, la música, el cómic, la fotografía, el cine,  la poesía y la pintura… ¿No serán acaso todas piezas del mismo puzle? 


Botella al mar para el Dios de las palabras
Gabriel García Márquez/Zacatecas, 1997, Centro Virtual Cervantes



A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!» 
El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.

Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. [Terminar de leer]