viernes, 24 de junio de 2016

Leer, un verbo que no acepta el imperativo


Hace unos días recomendaba a mis alumnos lecturas para verano. Incluso los de sobresaliente se reían. ¿Qué puede hacerse en esa lucha a muerte frente a los nuevos recursos tecnológicos? Parece claro que moriremos en el intento o  nos convertiremos a una secta, como en las viejas películas o como ya apuntan historiadores como García Simón. Otro día a uno de mis hijos, mirando atento su brillante pantalla de la PS, le interpelé por el libro que leería este verano y se quedó mirándome como si de pronto le hubiera estropeado el dulce sueño en el que pernoctaba.
Quizá, los escritores, que ponen su vida al servicio de escribir sin fin, o con él, sepan cómo hacerlo. Los docentes y las instituciones que nos gobiernan, empiezo a pensar que no. Algo debe cambiar para que no seamos la secta que referimos al principio.
Por si sirve de algo, aunque me temo que estos también hace mucho tiempo que están lejos del mundanal ruido de las aulas, y sobreviven en connivencia con sus gloriosas editoriales, dejo un enlace al artículo de la revista El Cultural, 24 de junio de 2016:

Y este cuento ha empezado

Qué (y cómo) leen a sus hijos los escritores

 

Por lo menos nos servirá para reflexionar y tomar alguna idea. Es lo que casi siempre hacemos, sin que nos importe si sopla el levante o el poniente. Quienes creímos que leer era nuestro camino de salvación no tenemos más solución que esa.Perdonen el pesimismo, pero es que  a veces los días son lo que son y no hay tregua para otras concesiones.

Y por si todavía les queda algo de esperanza, les dejo algunas recomendaciones de lectura para el verano, de las que hice a aquellos chicos de sobresaliente que todavía se están riendo. 
 
No saben lo que se pierden leyendo en una buena sombra. O quién sabe, igual somos nosotros los equivocados y somos nosotros los que nos estamos perdiendo la realidad.